POR Ing. Fernando Padilla Farfán
Los satisfactores que nos brindan la mejor comodidad, que nos proporcionan diversos goces, están a un tris de transformarse en agentes del desastre que arrastrará a la humanidad entera; según el criterio de los catastrofistas.
El exponencial crecimiento de la población, así haya disminuido en las últimas décadas, está generando una mayor demanda en el tema de la energía. Más automóviles, más industria, la climatización de espacios privados o públicos; aprontan el agotamiento de los recursos naturales que producen energía.
Por ejemplo, la población de Estados Unidos se duplicó durante el Siglo XX, pero la demanda de energía se triplicó. También creció en esa proporción la exigencia de los alimentos: crece el consumo, aumenta el desperdicio, pero la tierra laborable disminuye.
Actualmente, el cambio climático y la crisis alimentaria, son temas de muchas discusiones que han llevado a polarizar los criterios de los participantes: unos, que no pasa nada, y otros, que estamos muy cerca del fin del mundo. Pensando en positivo, es probable que no sea ninguno de los dos extremos sino un intermedio.
Sin embargo, el modelo que estamos siguiendo los países en vías de desarrollo no es el más adecuado. Estamos copiando a los países desarrollados que se caracterizan por el consumo excesivo que devora glotonamente lo que la tierra ya no puede producir. Esto es uno de los grandes errores de la humanidad.
El deterioro no tan solo daña lo que está sobre la tierra; ha alcanzado a esa película que la cubre y que conocemos como atmósfera. Para tener una idea de las dimensiones de la atmósfera, baste con meter una naranja a un recipiente de agua, luego sacarla, y la película que queda adherida a la fruta equivale a la atmósfera. Por lo tanto, es fácil comprender la fragilidad de la capa respirable.
La permanente producción de partículas contaminantes por el irresponsable uso de carburantes, están ocasionando el creciente deterioro de la atmósfera, haciéndose cada vez menos posible protegernos de los rayos solares que llegarán a la tierra sin ser filtrados de manera natural.
Los intentos por retardar los efectos del cambio climático no han sido suficientes. Es más, por los resultados parecieran meros intentos que nada definen. Los efectos los vemos casi a diario y con altos niveles de severidad, que están preocupando a los más escépticos.
El hielo polar se está reduciendo considerablemente; los glaciares de las montañas nevadas están desapareciendo. Quien no lo crea que se dé una vueltecita por el Popocatépetl o el Pico de Orizaba.
El problema mayor será cuando se acelere el derretimiento de los hielos que se encuentran en los continentes, sobre tierra firme; porque estos grandes volúmenes de agua bajarán al mar elevando su nivel, con la consecuente desaparición paulatina de las playas.
A esto se agregan los cambios inusuales en las corrientes marinas por la mezcla del agua dulce con el agua salada.
El letal incremento del calor también será inevitable. El hielo, en cualquier lugar de la tierra que se encuentre, impide que los rayos del sol lleguen a la tierra por que hace las veces de espejo: refleja los rayos enviándolos de regreso al espacio. Pero al desaparecer las capas de hielo los rayos llegarán a la corteza terrestre calentándola precipitadamente, provocando que a menos hielo más calentamiento global; y a más calentamiento menos hielo.
Usted elija a quien creerle: a los catastrofistas que ven venir el fin de la raza humana, o a los moderados que dicen que no pasa nada.
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