Ing. Fernando Padilla Farfán
El socavón del Paso Express de Cuernavaca, Morelos, originado por la presión del agua de lluvia que se acumuló en uno de los costados y que provocó la muerte de dos personas, padre e hijo, que viajaban en un automóvil por caer dentro de esa enorme oquedad que se abrió de manera imprevista en esa vía inaugurada apenas tres meses antes por el presidente de la República; no ha sido ni el primero ni será el último mientras exista la corrupción.
El escándalo noticioso que se armó en torno a ese evento, obedeció a que es un camino de alto tránsito vehicular y, particularmente, a que el vehículo con las personas dentro permaneció varias horas sepultado antes de ser rescatados.
Lamentablemente, es común que en obras que realizan las autoridades de cualquier nivel de gobierno, se susciten múltiples accidentes debido a que no cumplen con las especificaciones requeridas. Por ejemplo, hay carreteras en el país con el peralte invertido en algunas de sus curvas, lo que causa que cualquier vehículo sea impulsado por la inercia hacia fuera del camino; y todo por abaratar los costos en detrimento de la seguridad de los usuarios.
La falta de calidad en una buena parte de las obras públicas, obedece a deficiencias en la supervisión cuya obligación recae directamente en las autoridades responsables, aunque en ocasiones deleguen esta responsabilidad en terceros contratados para ello.
El socavón del paso Express de Cuernavaca, puso al descubierto deficiencias en la construcción, pero también exhibe que las autoridades no cumplieron con su responsabilidad. No estuvieron al tanto que la obra se realizara de acuerdo al proyecto que, de antemano, debió haber sido aprobado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Los delegados que la mencionada secretaría tiene en los Estados de la República, sin importar que hubiese un tercero responsable para esa tarea, están para eso, para checar que las constructoras cumplan con lo pactado. Los supervisores de obra de esa dependencia, se encargan precisamente de documentar, por escrito, todo aquello que consideren se haga fuera de los lineamientos que las obras deben cumplir de manera puntual.
Como alguien no hizo su trabajo, pasó desapercibido que las dimensiones del ducto por donde debía pasar el agua de un lado al otro, no fueron las correctas, originándose un tapón que terminó destruyendo esa parte de la vía.
Nadie ha dado una explicación aceptable. Todo ha derivado en acusaciones mutuas. La parte más delgada del hilo le tocó al delegado de la SCT en Morelos. Lo curioso es que la gente de Cuernavaca que vive en las inmediaciones de donde se presentó el problema, vio y comentó lo que podía ocurrir, pero nadie la escuchó.
Al observar de manera cotidiana los avances de la construcción, con el juicio que aporta el sentido común, los vecinos sabían que en esa parte la construcción no reunía las características para que el agua pluvial pasara de un lado a otro sin obstáculos que impidieran su paso. Hubo avisos oportunos, pero urgía que el Paso Express se inaugurara lo más pronto posible, nada podía atajar la presencia del Presidente de la República en la fecha acordada. Esa premura, la indolencia de algunos y la rampante corrupción, originaron la tragedia.
Por cierto, inaugurar las obrar es una práctica que en estos tiempos acarrea más problemas que beneficios. Provoca irritación en la gente cuando ven la obra terminada y no pueden usarla o disponer de la misma, porque no ha sido inaugurada. Igual de absurdo resulta cuando las obras se inauguran antes de haber sido concluidas.
En estos casos, lejos de que la gente las aplauda, como es lo deseable por los políticos, provoca efectos contrarios.
Otra de las prácticas que en México debe desaparecer, es la realización de obras que no son las que requiere la población. Ante la falta de una verdadera planeación se construyen cosas que no son prioritarias, las necesarias se sustituyen por aquellas que son visibles, en una falsa idea que los autores obtendrían mayor reconocimiento.
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