Ing. Fernando Padilla Farfán.
Boato era la palabra más adecuada para definir los informes anuales de los presidentes de la República. Derroche en el festín y excesos en el culto a la personalidad. El evento, que no debía tener mayores complicaciones más allá de su simple entrega formal para su análisis y glosa, paralizaba a la Ciudad de México en toda la amplitud de la palabra. Parte de la burocracia suspendía actividades, se impedía la circulación en las calles para que circulara libremente el mandatario del Congreso de la Unión hasta Palacio Nacional, para saludar de mano, a una larga fila de funcionarios públicos, políticos y personajes de diferentes sectores sociales. No faltaban los embajadores y diplomáticos de diferentes países del orbe.
La tarea de atiborrar de gente las calles por las que el presidente pasaba, correspondía a los líderes de sindicatos afines al gobierno y a los de vendedores ambulantes. Sectores y organizaciones adherentes al partido en el poder, también participaban en la formación de las grandes vallas. Nada era espontaneo, ni las loas, ni las flores que alfombraban las calles y avenidas para beneplácito de la corte virreinal. Los organizadores preparaban a madres con niños en los brazos, los elevaran al paso del presidente. Nada era casual, todo era armado y ensayado. Matracas, silbatos, confeti, todo para la fiesta.
La salutación conocida como el besamanos, se prolongaba por horas. Las filas bien pudieron haberle dado vuelta al Palacio Nacional. La televisión, en “cadena nacional”, captaba los detalles del evento para que el mundo los conociera.
Carlos Salinas de Gortari fue el último presidente que utilizó en sus informes toda esa parafernalia de la política de profundas raíces mexicanas.
El reciente informe de Enrique Peña Nieto tuvo como escenario el Palacio Nacional, sin la comilona tradicional ni el besamanos acostumbrado. No hubo movilizaciones que en nada apoyan a este tipo de eventos, solo obstruyen y entorpecen la tan complicada vialidad de la gran metrópoli.
El presidente entró a Palacio Nacional satisfecho por haber alcanzado lo que muchos presidentes de México hubiesen querido alcanzar: las reformas. Claro, hay que señalar que aun no se ha visto el beneficio directo de algunas de ellas, aunque de parte del presidente Peña existe la confianza, y así lo expresa, que el beneficio en el mediano plazo llegará a los mexicanos.
Sin embargo, hubo un anuncio que todos entendieron de manera muy clara: la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, al parecer en los mismos terrenos donde se escenificaron aquellos enfrentamientos de los habitantes de Atenco con la policía que infructuosamente trataba de meter orden a la inconformidad por la construcción del nuevo aeropuerto en ese lugar. Contrario a lo que en aquella ocasión ocurrió, cuando los de Atenco blandían los machetes al aire en clara señal de defender sus tierras hasta con su propia vida, ahora pareciera que el cabildeo con los ejidatarios y los poseedores de esas tierras, se realizó con mejores técnicas de convencimiento, más depuradas que las que pretendió aplicar el presidente Fox.
El anuncio que por la seriedad con la que se hizo, y por la ausencia de manifestaciones de rechazo de los habitantes de las tierras que albergarán a la monumental obra, pareciera que será realizable. Es razonable pensar en el beneficio directo por la mano de obra que se requerirá para la construcción, en el plazo inmediato, como en el incremento en los movimientos de personas y carga en general por las maniobras de despegue y aterrizaje que ofrecerán las seis pistas con las que contará las nuevas instalaciones. De acuerdo al proyecto, también se está considerando procedimientos más ágiles y modernos en la documentación y abordaje de los pasajeros.
Por cierto, las críticas que se han escuchado no van a la realización de la obra, sino más bien hacia los terrenos donde se asentará el aeropuerto. Dicen que habrá problemas por las características lacustres del suelo que sustentará a la edificación.
Lo que es indiscutible, es que el anuncio de la construcción del aeropuerto de la Ciudad de México y el anuncio de la cristalización de las reformas, una de las principales apuestas de su gobierno, obliga al propio presidente Peña Nieto a que en el próximo informe haya anuncios que al menos se equiparen en importancia lo que en esta ocasión informó a los mexicanos.
0 comentarios